jueves, 18 de diciembre de 2014

Macario (fragmento)


Felipa es muy buena conmigo. Por eso la quiero... La leche de Felipa es dulce como las flores del  obelisco. Yo he bebido leche de chiva y también de puerca recién parida; pero no, no es igual de  buena que la leche de Felipa... Ahora ya hace mucho tiempo que no me da a chupar de los bultos  esos que ella tiene donde tenemos solamente las costillas, y de donde le sale, sabiendo sacarla, una  leche mejor que la que nos da mi madrina en el almuerzo de los domingos... Felipa antes iba todas  las noches al cuarto donde yo duermo, y se arrimaba conmigo, acostándose encima de mí o  echándose a un ladito. Luego se las ajuareaba para que yo pudiera chupar de aquella leche dulce y  caliente que se dejaba venir en chorros por la lengua... Muchas veces he comido flores de obelisco  para entretener el hambre. Y la leche de Felipa era de ese sabor, sólo que a mí me gustaba más,  porque, al mismo tiempo que me pasaba los tragos, Felipa me hacia cosquillas por todas partes. Luego sucedía que casi siempre se quedaba dormida junto a mí, hasta la madrugada. Y eso me  servía de mucho; porque yo no me apuraba del frío ni de ningún miedo a condenarme en el infierno  si me moría yo solo allí, en alguna noche... A veces no le tengo tanto miedo al infierno. Pero a  veces sí. Luego me gusta darme mis buenos sustos con eso de que me voy a ir al infierno cualquier  día de éstos, por tener la cabeza tan dura y por gustarme dar de cabezazos contra lo primero que  encuentro. Pero viene Felipa y me espanta mis miedos. Me hace cosquillas con sus manos como ella  sabe hacerlo y me ataja el miedo ese que tengo de morirme.

- Juan Rulfo -

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